Por estos días que la euforia colectiva está en cada esquina y que gran parte del país llora por primera vez (que yo recuerde) en cada esquina a sus soldados caídos en combate, me pregunto por lo manipulable que son las emociones populares.
Que los políticos saquen provecho del dolor y manoseen algo tan íntimo como es el duelo ajeno, no me extraña. Pero que sean los mismos campesinos, (quienes seguirán aportando los muertos en el marco de este conflicto), los que inviten a manosear su duelo, eso sí me sorprende ¿Cuántos padres no enterraron a sus hijos caídos en combate solos, durante el gobierno del presidente anterior?
Descubrieron el agua tibia. Descubrieron ahora que llevamos más de 50 años en conflicto interno armado y que en un escenario como éste, mueren soldados y rebeldes. Parece que éstos fueran los primeros soldados que mueren en el marco de nuestro conflicto.
Antes no hacían tanto show. Sucede que ahora, dada la coyuntura política, estos duelen más que todos los que han muerto antes. La guerrilla se tomó la base militar de Las Delicias en 1996, con un saldo de 27 miliares muertos y 16 heridos. En 1997 ese mismo grupo guerrillero arremetió contra la base militar de Cerro Patascoy, 10 soldados murieron. En diciembre de 1999, la guerrilla de las Farc se tomó Juradó, y luego de más de 15 horas de combate, hubo 23 militares muerto, también un policía y 33 heridos. Y eso sólo por mencionar algunos
Pero para esas ocasiones, el país no salió a rasgarse las vestiduras y llorar a sus héroes en cada esquina. Esos no eran importantes. Cayeron con Uribe presidente, cayeron con Pastrana, cayeron con Samper, cayeron con Gaviria, en fin, vienen cayendo hace más de 50 años. Pero esos no agitaban tantas pasiones. El dolor de esas madres no era dolor. Y no digo que no duela, ni que debamos acostumbrarnos. Lo que sí salta a la vista, es la necesidad de acabar con el conflicto.
Sin restar la atención que se merece cada soldado que cae por defender la institucionalidad y la soberanía nacional, sin subestimar el dolor de las madres y familiares y sin negar la indignación que el hecho causa y el reproche que se merece, creo que un sector de la sociedad se exacerbó sobre medida haciendo un show colectivo y sobre dimensionado, que a mi parecer hasta ofende el sufrimiento de quienes detestamos esta guerra que parece interminable y hemos puesto también nuestros muertos.
Sin la más mínima intención de justificar estos hechos, sin aceptar resignación de ningún tipo frente a ellos y la situación de conflicto interno en la que vivimos, hay eventos propios del conflicto que no sólo los colombianos hemos padecidos, como a veces se quisiera mostrar.
En un país con conflicto interno, los soldados y los batallones son objetivo militar per se. Desafortunadamente, son los hijos de los más pobres quienes van en la primera línea de combate. No son los hijos de los generales ni de los políticos. Y eso de que el servicio militar es obligatorio, es pura habladuría. O si no, pregúntenle a un general de la república ¿Dónde están sus hijos en edad de prestar el servicio militar? Basta ya de tanta tan hipócritas y de prestarnos para ese juego.
Hoy lloramos estos 11 militares. Muy triste, sin duda. Pero si la guerra sigue, mañana lloraremos otros 10, 20, 30, en fin. Suena duro, pero es la realidad. Y por lo demás ¿Saben ustedes cuánto tiempo le tomó a Guatemala realizar un proceso de paz? ¿Saben cuánto tiempo le tomó a Irlanda, o a Angola? Una guerra de más de 50 años no se acaba de la noche a la mañana con un chasquear de dedos y menos cuando se ha decidido negociar sin el cese de hostilidades.
Ningún grupo guerrillero en el mundo entrega sus armas para luego sentarse a negociar ¿Qué se negocia cuando ya se ha rendido? Sin embargo, en el país seguimos pensando que somos el primero y único país que ha tenido grupos insurgentes y que esto de los procesos de paz es algo que aquí nos estamos inventando. Como si fuera la primera negociación de este tipo del mundo, sin tener en cuenta las experiencias de otras latitudes.
Amén